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Aniversario de la Constitución Española

  • apeveeditor
  • 1 dic
  • 3 Min. de lectura

6 DE DICIEMBRE: LA CONSTITUCIÓN DE 1978, ENTRE LA RECONCILIACIÓN Y EL DEBATE SOBRE LAS AUTONOMÍAS


MIGUEL SANCHÍZ


Cada 6 de diciembre España celebra el aniversario de la Constitución de 1978, piedra angular de nuestra democracia y símbolo de un tiempo en el que la palabra reconciliación se convirtió en la brújula de la política. Aquella Carta Magna no fue fruto de la imposición de unos sobre otros, sino de un pacto amplio, plural y generoso. En ella se plasmó la voluntad de superar décadas de enfrentamiento y abrir un camino común hacia la libertad, la convivencia y el respeto a los derechos fundamentales.


Miguel Sanchíz
Miguel Sanchíz

El espíritu de sus creadores fue, sin duda, admirable. Procedentes de tradiciones políticas distintas —desde el centro reformista hasta la izquierda socialista y comunista, pasando por el nacionalismo moderado y la derecha democrática—, los llamados “padres de la Constitución” supieron dejar a un lado las heridas del pasado para construir un marco compartido. La Constitución de 1978 es, en ese sentido, un ejemplo histórico de cómo la política puede ser un arte de encuentro y no de ruptura. Su aprobación en referéndum, con un respaldo abrumador de la ciudadanía, confirmó que la sociedad española ansiaba un futuro en paz y libertad.

Sin embargo, ese mismo espíritu conciliador llevó a los constituyentes a tomar decisiones que, vistas con el paso del tiempo, han generado tensiones y debates constantes. El artículo 2, que proclama la indisoluble unidad de la Nación española y, al mismo tiempo, reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones, es quizá el mejor ejemplo. En él se condensa la paradoja de nuestro sistema: una España que se afirma como una sola nación, pero que abre la puerta a un modelo descentralizado que no se denomina literalmente “Estado de las Autonomías”, aunque lo configura de facto.

El desarrollo posterior del Título VIII de la Constitución, dedicado a la organización territorial del Estado, consolidó esa fórmula intermedia entre el Estado unitario y el federal. España no es un Estado unitario clásico, porque las comunidades autónomas gozan de amplias competencias legislativas y ejecutivas. Tampoco es un Estado federal, pues carece de constituciones propias en cada territorio y mantiene la supremacía de la Constitución nacional. Es, más bien, un modelo híbrido, fruto de la voluntad de conciliar sensibilidades diversas en un momento histórico delicado.

Este diseño, que en su día permitió integrar a regiones con fuerte identidad cultural y política, ha tenido luces y sombras. Por un lado, ha favorecido la descentralización administrativa, la cercanía de los gobiernos autonómicos a los ciudadanos y la protección de lenguas y tradiciones propias. Por otro, ha generado desigualdades en el acceso a servicios públicos, duplicidades burocráticas y tensiones políticas que han puesto a prueba la cohesión nacional. El debate sobre el alcance de las competencias autonómicas, la financiación territorial y las aspiraciones independentistas sigue siendo, más de cuatro décadas después, uno de los grandes desafíos de nuestra democracia.

¿Fue un error incluir esa fórmula en la Constitución? Desde una perspectiva crítica, puede afirmarse que el afán de conciliación llevó a los constituyentes a redactar un artículo ambiguo, que ha servido de base para interpretaciones dispares y conflictos recurrentes. Sin embargo, también es cierto que sin ese gesto de apertura difícilmente se habría alcanzado el consenso necesario para aprobar la Constitución en 1978. La historia nos recuerda que, en aquel momento, lo prioritario era garantizar la transición pacífica hacia la democracia y evitar que las tensiones territoriales impidieran el acuerdo.

Hoy, al conmemorar el Día de la Constitución, conviene reconocer tanto los aciertos como las limitaciones de aquel texto. La Constitución de 1978 nos ha dado más de cuarenta años de estabilidad democrática, ha consagrado derechos y libertades fundamentales, ha permitido la alternancia política y ha situado a España en el marco europeo de las democracias avanzadas. Pese a sus imperfecciones, sigue siendo el pilar sobre el que se sostiene nuestra convivencia.

El 6 de diciembre no es solo una fecha en el calendario: es una invitación a reflexionar sobre el valor del consenso, la importancia de la unidad en la diversidad y la necesidad de seguir perfeccionando nuestro sistema político. Podemos debatir sobre el modelo autonómico, sobre la reforma de determinados artículos o sobre la actualización de la Carta Magna para responder a los retos del siglo XXI. Pero al final, debemos dar gracias por la Constitución que tenemos, porque sin ella no existiría el marco de libertad y democracia del que hoy disfrutamos.

 
 
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