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El hombre español, a contraluz de la igualdad

  • apeveeditor
  • 9 nov
  • 2 Min. de lectura

19 de noviembre, Día Internacional del Hombre


MIGUEL SANCHÍZ


Miguel Snchíz
Miguel Snchíz

El Día Internacional del Hombre pasa casi de puntillas por el calendario, sin pancartas ni grandes titulares. Pero acaso por eso mismo resulta una buena ocasión para mirar hacia dentro: para preguntarnos cómo vive hoy el hombre español en un país que ha apostado decididamente por la igualdad, aunque a veces parezca olvidarse de que la igualdad también lo incluye a él.

España presume —con razón— de tener una de las legislaciones más avanzadas del mundo en materia de igualdad. Las leyes, los planes institucionales, la educación y los medios han asumido el feminismo como causa justa y necesaria. Y nadie en su sano juicio puede discutirlo: durante demasiado tiempo las mujeres soportaron una desigualdad que había que corregir. Sin embargo, una vez dado ese paso, es legítimo preguntarse si la balanza no se ha quedado algo descompensada, si el hombre actual no ha quedado en un terreno incierto entre el silencio y la sospecha.

Muchos hombres, sobre todo los jóvenes, se mueven hoy entre la confusión y la prudencia. Quieren ser respetuosos, pero temen equivocarse; buscan comprender las nuevas reglas, pero no siempre saben cuáles son. Algunos se sienten juzgados por un clima que los observa con lupa; otros callan, cansados de que expresar su desconcierto sea interpretado como una queja o una amenaza.

Las leyes protegen, y deben hacerlo, a las mujeres frente a la violencia y la discriminación. Pero cuando el hombre es quien sufre, la protección no siempre es la misma. Existen casos —minoritarios, pero reales— de denuncias falsas que destruyen reputaciones antes de que se demuestre la inocencia. Y hay hombres que descubren que en determinados ámbitos laborales o sociales también hay prejuicios que se vuelven en su contra.

En otros países europeos, como Suecia o Islandia, el debate ha evolucionado hacia un modelo más inclusivo, donde se habla de la igualdad como un equilibrio que abarca a todos. En España, en cambio, el tema sigue siendo delicado: hablar de los derechos del hombre suena todavía a provocación, cuando debería sonar simplemente a justicia compartida. No se trata de competir con las mujeres, sino de completar la mirada.

El hombre español no busca privilegios, sino comprensión. Quiere estar a la altura de los nuevos tiempos, pero necesita hacerlo sin sentirse culpable por lo que no hizo. Quiere implicarse en la crianza, en el cuidado, en la corresponsabilidad, pero también ser escuchado cuando el sistema no le responde. En definitiva, quiere formar parte del cambio sin quedar relegado a un papel decorativo.

Quizá ese sea el próximo paso de la igualdad: aprender a hablar de ella sin excluir a nadie. Reconocer que hombres y mujeres comparten destino y que la justicia no se mide por géneros, sino por personas.

Este 19 de noviembre, Día Internacional del Hombre, no habrá grandes manifestaciones ni discursos solemnes. Pero tal vez baste con un gesto: el de mirar al hombre español sin recelos, sin etiquetas, y entender que también él —con sus luces, sus errores y su deseo sincero de mejorar— merece ser escuchado en la conversación sobre la igualdad.

 
 
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