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La educación de los jóvenes

  • apeveeditor
  • 9 nov
  • 3 Min. de lectura

JULIO CANO LACUNZA


Mi amigo Paco Cerro, me ha pedido que escriba un artículo, en principio pensé en contestar que no, alguien podría preguntar el porqué.

Julio Cano Lacunza
Julio Cano Lacunza

La respuesta es fácil yo estoy en un grupo de amigos, “la tertulia de Cerro”, que nos reunimos, una vez cada mes a comer y a charlar, con la propuesta de alguno de los comensales para dirigir el tema y el coloquio.

Pero resulta que la mayoría de participantes son escritores o locutores de radio y TV desde hace bastante tiempo, pero, eso sí, con una pluma fácil, espectacular, que te redactan al hilo de un simple comentario, un completísimo artículo, de las páginas que desees. Con igual facilidad de palabra, para comentar cualquier tema, por difícil que parezca.

Y qué hago yo, un simple ingeniero, de escaso léxico, justito de expresión y fallándome la memoria cada día más, por causa de los años que tengo y que empiezan a demostrar que son muchos. Pero la amistad se impone y termino aceptándolo y en esas estoy.

De qué hablar, pues se me ha ocurrido que como ya soy padre y abuelo, conozco lo que ha acontecido en tres generaciones y si lo concreto a lo que ha pasado con la educación que hemos recibido en este tiempo, pues ya tengo un tema para comentar.

Siempre he pensado que la mejor inversión que se puede hacer de forma individual, es en enriquecer nuestra mente, algo que nadie nos puede quitar y que nos acompañará toda nuestra vida, nos facilitará la misma y podremos disfrutar con su uso.

Y qué mejor enriquecimiento que educarla convenientemente desde que se tiene uso de razón.

Por eso hay que prestar la máxima atención a la educación que recibimos. Los padres están obligados a dar a sus hijos la mejor que puedan dentro de sus posibilidades, utilizando todos los medios a su alcance.

Y ¿cuáles son las diferencias fundamentales en la educación recibida por los jóvenes, hace 60 años, hace 30 años y la de ahora?

Para mí, la concretaría en las herramientas que se han podido manejar en cada época.

Hace 60 años, seguro que más de uno de vosotros recordaréis, contábamos con nuestra memoria para retener los datos y una regla de cálculo, para algunas operaciones matemáticas. Teníamos exámenes como siempre ha habido y el uso de alguna ayuda “personal”, como las chuletas que confeccionábamos, para llevarlas a los exámenes escritos, chuletas que al hacerlas ya se te quedaban grabadas en la memoria y siempre tenías la tranquilidad de que, si hacía falta, podrías recurrir a su uso, con el peligro que ello suponía.

Hace 30 años, apareció el móvil, que permitía conectarse a muchas aplicaciones, a Google, a las redes y disponer de toda la información que se quisiera, lo que te facilitaba el mejorar tus conocimientos y dar respuesta a las situaciones que iban apareciendo, por complicadas que fueran. En las mismas clases de las escuelas, ya se disponía de videos y conexiones que facilitaban la enseñanza y su comprensión.

En la actualidad, con un internet cada vez mas potente y una extensión de los móviles entre todos los ciudadanos, el móvil supone una herramienta muy potente, que lógicamente influye muy positivamente en la educación de los jóvenes y qué decir con la aparición de la Inteligencia Artificial, que permite preguntar cualquier problema o cualquier demanda y que proporciona una pronta respuesta, además adaptada a la persona que ha preguntado, al mimetizarse con la misma.

Para mí, estos avances en las herramientas de que disponemos, pueden suponer, para la educación de los jóvenes, un problema, al saber que cualquier dato o cualquier información que se precise la tenemos a nuestro alcance y por tanto para qué aprender tantas cosas y para qué forzar la memoria, si ya lo tenemos, con la ley del mínimo esfuerzo, a la que tan fácilmente nos adaptamos. Pero, qué pasa con el desarrollo de nuestra mente; ya no habrá que pensar en solucionar los problemas que van surgiendo, como antes, y que hacían trabajar a nuestro cerebro, ampliando sus conocimientos pero también su capacidad de entendimiento, creatividad y gestión. Ahora se aumentará su capacidad de búsqueda, con las herramientas de que se dispone. Esta reflexión debería de obligar a los educadores a evitar el aprendizaje fácil y emplear un mayor uso de la inteligencia para que la mente consiga su desarrollo al máximo.

 
 
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